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Cuando nos juntamos, va un mes desde que Claudio Pizarro, editor de The Clinic, se subió nuevamente al escenario a recibir el reconocimiento “Pobre el que no cambia de mirada” que entrega la alianza Comunicación y Pobreza. Ha habido tiempo para decantar la historia de cómo construyó el relato del reo que falleció engrillado a la cama de un hospital. Su nombre resuena: Juan Montupin.

  

¿Cómo llegaste a la historia de Juan Montupin?

Creo que fue en marzo del año pasado, estaba viendo noticias en el living con mi hijo y escuché que la presentadora hablaba de un hombre que murió engrillado en un hospital. Altiro se me pararon las antenas de la sensibilidad humana y lo primero que uno se pregunta es porqué puede morir una persona engrillada en un hospital. Ahí me enteré que era un reo y luego deslizaron que él tenía problemas inmunológicos, entonces pensé que debía tener SIDA. Fue la primera conclusión que saqué intuitivamente. Ahí hice la ecuación: era un reo, con SIDA e intuía que podía ser descendiente mapuche. Era la ecuación de la discriminación. Quise saber que había detrás de esto. Me comuniqué con la periodista, que me ratificó la historia, me dio algunos contactos de familiares y viaje por un periodo de 4 meses a Valparaíso. Empecé a hablar con la hermana, luego la hija, la tía, familiares, primos y me fui identificando la historia de este personaje anónimo, la injusticia que se cometió con él.

 

¿Qué pasó contigo al ir conociendo más antecedentes?

Me dio la impresión y olfateé algo. Porque sí estaba dentro y era obligatorio que le dieran sus medicamentos. El tipo empeoró. En el fondo uno se empieza a hacer preguntas. Cuando abordo temas que me gustan lleno de preguntas un cuadernillo. Pongo sospechas, interrogantes, dibujos –dibujé a Montupin con el grillete-. Una de las preguntas era por qué Montupin había muerto. Me dio la impresión de que había una zona oscura. Para eso tenía que dilucidar cosas con las autoridades.

 

¿Cuál era tu intención al contar esta historia?

Mi objetivo periodístico fue devolverle la dignidad a un personaje que murió de la manera más indigna en que puede morir un ser humano. Me gustan los personajes anónimos. Me gustan las historias de los don nadie, que no son nadie, somos muchos. Pasa que a veces los muertos llaman a tu puerta. Para mi ese era el desafío del reportaje: darle dignidad a un personaje anónimo que murió en la más completa indignidad.

 

¿Cómo fue el proceso para lograrlo?

Me tomó tiempo porque necesitaba ciertos documentos, el material que me permitiera dar cuenta de toda esta injusticia que se cometió con Juan Montupin. Tuve que entrevistar a los jefes de Gendarmería en la zona, ir al Hospital Penitenciario y hablar con el médico, el Sr. Lazaeta, que era el encargado del hospital. Fueron sus respuestas las que me dejaron dudoso porque me reconoció que no le estaban dando el medicamento a Montupín y que su cuadro viral estaba bien, y yo estaba en conocimiento de que hace muchos años se había detectado la enfermedad. Luego mi apuesta fue conseguirme el archivo médico a través de la familia. Me sirvió para dilucidar que a Montupin efectivamente no se le estaban aplicando los medicamentos, lo que era ilegal. Hay leyes y convenciones internacionales que dicen que Montupin debía recibir su tratamiento. Todo eso fue un trabajo de espera para tener los materiales necesarios y amarrar la historia como la quería contar. 

Hay algunos periodistas que se conforman o se contentan a veces con contar una historia triste que queda en la historia triste. Pero yo pensé que esto podía ser algo más que eso. Tratar de generar conciencia con este reportaje y que se puedan modificar estas normativas que, claramente, son irregulares.

 

Da la impresión de que el tipo de respuestas que te dieron están muy naturalizadas en la institución.

Claro, ellos me dieron un instructivo sobre que hacen para asegurar la integridad física de los reos, y el reo estaba engrillado en una cama en estado agónico. Entonces ahí ves un nivel de insensatez, de absurdo institucional extremo. Y les presentaron esos papeles como argumentos a la familia cuando fueron a pedir que le sacaran las esposas.

Llama la atención el uso de las ilustraciones en el reportaje ¿Qué intención hay ahí?

Lo que pasa es que no teníamos una foto buena de Montupín, pese a que sí teníamos una de su pie engrillado y material de vídeo. Eso lo utilizamos en la web en una especie de especial junto a otros artículos sobre una carta de su hija y otros. Pero en el papel queríamos hace rato realizar una historia que tuviera ciertos ribetes policiales y con este tipo de ilustración. Era un desafío que  nos habíamos puesto con los diseñadores. Y se dio la oportunidad. Yo creo que funcionó porque le dio un sentido y un estilo particular al relato. Además, como son acuarelas, esta cosa media liquida, difuminada, le da un sentido metafórico interesante.

  

¿Qué sabes del caso hoy en día? ¿En qué va?

Lo último que supe fue que la Dirección de Derechos Humanos de Gendarmería estaba analizando situaciones especiales de algunos reos, que tenían contemplado tomar medidas respecto a un reo en estado agónico y que se venían unas modificaciones en ese sentido. Para mi fue súper importante y estratégico, desde el punto de vista periodístico, amarrar eso con el Colegio Médico. Hice una jugada que me la reconoció Jon Lee Anderson en la premiación. Me enviaron la nueva normativa donde se establece que los médicos podrán exigir el retiro de grilletes y que, en casos en que no ocurra, el gendarme puede tomar la decisión de retirar las esposas cuando estime conveniente. Esto tiene que ver con una parte muy interesante del reportaje donde se habla del hermano de Montupín, que es gendarme. Pienso que los tocó institucionalmente lo que les pasa psicológicamente a los gendarmes en esas situaciones. Como al mismo hermano de Montupin, Rene, que en muchas ocasiones vio morir a personas engrilladas mientras los custodiaba.

 

Trabajar en The Clinic:

Historias como las de Montupin no son difíciles de encontrar y hay veces en que los medios las cubren y otras que no ¿Cómo piensas que debería ser el periodismo frente a casos como estos?

A veces se dan las condiciones para generar un trabajo como lo hice yo. Paciencia, tiempo y tener también una vocación más fiscalizadora. Te puedo contar una bonita historia triste, la puedo escribir bien, puede que la gente la lea y diga: “Oye, pobre Montupín, lo que pasa en Chile”, pero nos quedamos en lo que pasa. Entonces yo creo que a veces es necesario amarrar voces, amarrar instituciones.

Nosotros hicimos unas dos columnas muy buenas. Una era de Miguel Kottow que hablaba precisamente de sentir un castigo, que el castigo no es solo la reclusión o la privación de libertad, si no que tiene que ser algo que a ti te infrinja dolor, que sea físico. El castigo tiene que ser físico porque hay una cultura del castigo que está muy arraigado en nuestra cultura y en las políticas públicas sobre delincuencia. Se ve en las detenciones ciudadanas. Es algo que está muy arraigado. Ahora Bachelet va a modificar la ley sobre delitos de alta connotación social. Tiene que ver también con el marketing político, no con políticas públicas que den cuenta de algo necesario, racional o inteligente.

 

¿Qué desafíos se deben alcanzar para tener periodismo de calidad?

Yo creo que compromiso con el trabajo y respeto a las historias, a la fuente y a los personajes que uno trata. Y hacer participar a la sociedad también. Hacerlos crecer en su dimensión reflexiva, discursiva y analítica. Para mi es súper importante esa variante que complejice el tema y le otorgue más elementos de reflexión.

 

En las escuelas de periodismo siempre se habla de la objetividad, de la imparcialidad, de la neutralidad del periodista ¿Qué opinas de eso?

En el periodismo informativo uno puede sentir como obvio que se tiene que contar algo de esa forma, como sucedió. Pero yo creo que en el reportaje y la crónica un punto de vista subjetivo es fundamental para generar generar puntos de vista, perspectivas y análisis. Eso tiene que ver con la manera de observar el ejercicio profesional. Tiene que ver más con uno mismo que con los demás.  Eso no implica que vas a ser poco neutral, si no punto de vista, perspectiva. Yo no me puedo inhibir de escribir, o dejar mis impresiones ocultas porque tengo la posibilidad de mostrarlas incluso con la selección de una cuña.

 

Además de hacerse cargo de la contingencia de forma satírica y con humor, en The Clinic también hay espacio para historias, como tú dices, de los “don nadie” y de los excluidos ¿Qué reflexión tienen como equipo al respecto?

Somos un equipo pequeño donde algunos nos formamos periodísticamente en el diario. Con grandes periodistas que ya no están como Juan Andrés Guzmán y Pablo Vergara. Entonces tenemos una escuela que ha hecho suya una vocación por las historias bien contadas. Somos susceptibles a olfatear esas historias, en ese mundo que nos nutre. Tenemos la primera impresión y luego la indignación. Hemos desarrollado la capacidad de estar con las antenas bien paradas a esas historias. “El Clinic” tiene la función de no ir por el lado oficial. Aunque la historia se haya contado, vamos por aquí, vamos por el otro lado y eso es parte de nuestro enfoque.

 

¿Lo sientes como una apuesta intencionada o como parte del ejercicio?

Yo creo que es una manera de mirar, o una manera de abordar las cosas. Son decisiones más bien individuales, pautas y que después vamos afinando en el desarrollo sus estructuras.

 

¿Cómo construyen sus pautas?

Como yo creo se hace en todos lados. Son pautas abiertas donde proponemos los temas. Se van perfilando las cosas que podemos desarrollar. Y como en todo los medios, de acuerdo a las necesidades, al tiempo y la urgencia.

 

¿Cómo es trabajar en un medio alternativo frente a un monopolio de la prensa en Chile?

Es una libertad obviamente porque no tenemos unos tiburones con colmillos gigantes sobre nuestras cabezas entonces tenemos más posibilidades de trabajar temas de manera profunda y sin autocensura. Trabajamos con la libertad que te da la experiencia de tus colegas, que sabes que harán algo bueno.

 

¿Cómo lo hacen sustentable?

“El Clinic” tuvo un proceso largo de sustentabilidad. Costó que empresas se atrevieran a publicitar con nosotros pero el miedo se ha ido esfumando, aunque siempre hay marcas que preferirían no estar con nosotros. Hubo que buscar un equilibrio que se ha ganado gracias al trabajo y al esfuerzo de los periodistas. Porque “El Clinic” no es solo una portada, no es solo un chiste, hay buenos profesionales trabajando. Hemos sido destacados en premios. Yo creo que es, básicamente, hacer las cosas con ganas y pasión. 

Revisa la crónica “Morir engrillado en Chile: El dramático caso de Juan Montupin”.